miércoles, 19 de noviembre de 2008

No hay permiso para el olvido


Te permito que te marches,
que me dejes,
que te alejes ...
Consiento en que no te quedes
si no quieres,
si no puedes ...
Estoy de acuerdo con la distancia
de tus citas en la lejanía;
Te permito la melancolía
que dejaste,
que compartes ...
Te permito algunos inviernos
sin el chal de tus brazos amigos;
consiento en que a veces,
deseándolo tanto, no estés conmigo;
que el silencio se posesione de tu risa,
de tu nombre en las piedras del río ,
lo resisto ...
Acepto la derrota de perder
el eco de tu voz en el camino;
y quedarme sin tu aliento
cuando más lo necesito ...
Te doy permiso para que
escribas versos o desatinos
y que a otros se los leas
sin que yo los haya oído ...
Te dejo que amanezcas
bajo el techo distinto
que tú hayas elegido,
y que riegues las rosas,
y que cortes el espino,
y hasta que llores sobre
algún hombro, aunque
no sea el mío ...
Asumo el reto de quedarme sola;
pero contigo;
Me declaro inocente del suicidio
de tu camino ...
Me permito asistir
al vacío de tu nido,
y esta soledad de amigo
que se instaló en mi pecho
cuando torciste el camino ...
Sin ti me prohíbo las estrellas
y su brillo ...
Acepto que sin decirlo,
te hayas ido ...
Lo que no te permito,
es más, ¡ te lo prohíbo !
Es el olvido.

No hay comentarios: