Se pierden en la ausencia
las guardarrayas de miel
-borrachas cinturas de mujer-
mientras destilan su esencia.
Provocan las palmas enhiestas
cabalgar sabanas enteras
y perderse sin sombrero
en los amaneceres de enero.
Cala los huesos este diluvio
agujereando cada poro de piel.
Araña el alma la nostalgia
el fuego de la memoria,
escapa la lluvia vengadora
y muere de sed la ausencia.
No hay distancia de espera
para esta lluvia de Estrella.
¡ Piérdanse, ojos míos,
tras la espuma de gloria
libérrima, de mis arenas!
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