domingo, 15 de agosto de 2010

Cuando no existan los nidos


Se despiden las sombras como la luz
cuando despierta y se apaga el sol;
Enmudece la alondra ante la ventana sin nido,
se pierde la luz ante los ojos vendidos.
Con las migajas del cariño
hay una hoguera perpetua;
con plumaje de horasca
se construye el calor de un nido.
El tiempo vence con las armas del olvido
y se quedan prendidos de los ojos
el instante del cariño,
la eternidad del olvido.
Para retener un espacio breve
se precisan eternidades de tiempo.
Mientras, se desangra la rosa
entre las páginas de un libro.
Ya para ese entonces los nidos
serán fósiles ambarinos.
No habrá testigos.
Solamente sombra y vacío.
La osadía abrirá las ventanas.

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