domingo, 23 de mayo de 2010

Los huesos infinitos


El peregrino hizo un alto en el camino,
se fundió con la tierra en abrazo eterno
y en entrega absoluta le ofrendó su carne,
sus estaciones y los manantiales del alma.
En solo un instante se perdieron sus pasos
en la avidez del tiempo y se quedaron los huesos
desnudos sin el último adiós y sin besos.
Cuentan que otro peregrino se detuvo
a la vera de los despojos; enjugó una lágrima
de los ojos de su conciencia; se despeinaron
todas las pieles que cubrían su esqueleto
y sobre un puñadito de cenizas sepultó los labios.
Sobre la tierra bendita una flor hirió a los ojos,
era el testigo callado de un milagro de amor.
Se escuchó una risa desde el interior de la muerte.
Se escuchó un sollozo desde el umbral de la vida.
Los huesos infinitos se despertaron como la luz
y convertidos en mañana saludaron al Sol.

1 comentario:

M. Angel dijo...

Hola Antonia Blasa, placer saludarte y decir que por circunstancias no puedo comentar todo lo que desearía.

SOBRE LA TIERRA BENDITA UNA FLOR HIRIÓ A SUS OJOS
ERA EL TESTIGO CALLADO DE UN MILAGRO DE AMOR

Destaco estos versos cuando bien pueden ser todos por la belleza de los mismos.

Abrazo sincero

M. ángel