Las manos blancas
-veleros sin manchas-
zarpan al anochecer.
Siglos o mares de insomnios
-las uñas de las olas-
las convierten en piratas
que atracan incendiadas
en los muelles de algún amanecer.
Las velas vírgenes abortan
los tesoros de las sirenas
que cantan en las profundidades
empozoñando abordajes
sobre las almohadas
negadas a enmudecer.
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