En el rescoldo del pecho
un diamante anónimo
permanece dormido.
No conoce el mundo,
ignora el fuego y el viento.
Es un cristal intacto
acrisolado por la sangre
jamás expuesto a la intemperie .
La infamia de los ojos
mancilla su pureza:
Sopla , calienta y desangra
hasta que el cristal fundido
se convierte en lágrima.
Mientras, el corazón culpable
para aligerar su conciencia
se agita bajo la piel ; llora
y pide a los ojos, clemencia.
¡ Y ambos son inocentes!
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