Duelen las estaciones
en el calendario de la piel,
los imperceptibles pasos
clavan las huellas como garras
y en el centro del pecho
construyen un nido de años
- vacío escondrijo-
- repleto anuario-
donde se cobijan soles y lunas
tormentas y calmas.
Nunca se sabrá hasta dónde
alcanza el peso de los años
o hasta donde no llega la luz de los ojos
para escudriñar entre el escondrijo
virgen que atesora en miel
el cuarzo autóctono de las lágrimas.
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