Como ala de mariposa pequeña
una gota de rocío temerosa
roza la piedra con ternura.
Tiembla la mano al tacto
sobre la aridez del rostro
y un puro cristal de sal
irriga todo el desierto
insomne de magia de los ojos.
Los dedos pequeños gravitan
sobre la piel cansada
y crecen en perlas, lágrimas.
Ahora ya saben los labios
que no morirán de sed.
Ahora ya saben los besos
cómo vestirse con alas.
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