El primer
beso que me diste
convulsionó mi cuerpo.
Ignoraban los
labios en flor
que besar
era fiesta y luto.
Mi boca fue
manzana en flor
en tierra de nadie.
Esa noche el
aliento exhalaba almendra
y la
almohada estrenó lágrimas de juguetes.
La boca sonrió
cómo las mariposas
deshojando rosas sin que les doliese el alma.
Hasta los verdugos
tienen su encanto.