Si los párpados sedientos
se embriagan con el rocío,
en la fuente de los ojos
desembocarán en caudal.
Si la boca olvidada
rememora la humedad,
en la tibieza de los labios
se dibujará en beso.
Esa es la intensidad que se bebe entera
desde el cielo de la punta de los pies
hasta el alba del último cabello de arena.
Nos esperaremos.