El verso ciñe cadenas
a las sienes cuando quiere:
Las arrecia con saña
y contra mi cordura arremete.
Sueñan mis ojos al mundo
tras las rejas de la distancia,
atados los versos no pueden
volar con las palomas
y se suicidan en el parto
doloroso de la espera.
Que nadie diga: versos de espanto,
son los dedos convulsos
escribiendo sobre la espada.
Son los versos hambrientos
cenando la última palabra.
Sobre esta cuartilla silvestre
no se ha servido NADA.
Simplemente son marcas de agua.