martes, 9 de diciembre de 2008

Necesidad


Necesito bien poco de la vida para ser feliz.
Un rayo de la Luna o de Sol para mí son suficientes;
si ya alumbró o brilló para ti;
y si además iluminaron tu frente.
Tu mirada esquiva y la palabra que miente;
la intranquilidad de tu espíritu y tus sueños rebeldes:
no los necesito.
No necesito tu cabalgadura inconstante, insegura;
cuando sé que no conduce a ningún lugar tu cabalgadura;
pero los sueños limpios de bienestar y cordura;
tu lanza ardiente, tu empuje tempestuoso;
el torbellino violento de tu audacia y tu ternura:
sí los necesito.
Necesito tu brazo fuerte asido al madero de la vida,
sin que tiemble un segundo porque sabe a qué se atiene,
tu alma incauta y tus sueños más profundos,
también los necesito, como tú los necesitas.
Necesito que los genes poderosos de la inocencia
se abran al mundo de una nueva vida y que en ella,
algo te recuerde todo lo que en la vida se necesita.
Frío, soberbio y vanidoso: no te necesito.
Te necesito sobrio, vehemente y sencillo
con el corazón bien abierto para el que te da cariño.
Triunfante, gozoso y feliz: te necesito.
No te necesito vencido, pesimista, ni angustiado.
Me sirve tu alegría, tu mente despierta y enardecida,
necesito tu risa, tu confianza infinita en la vida.
Que la mujer que ames sea vacía, tribial y enajenada:
no lo necesito.
Que tu amante sea talismán, hilo de Ariadna,
compañera inseparable en el ancho camino:
sí lo necesito.
Que no me necesites: lo necesito;
y si me necesitas algún día,
que sea de la misma forma
en que yo te necesito.

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